En América Latina, existe actualmente una
gran diversidad de problemas y realidades
juveniles que de manera esquemática
articulan cuatro formas generales
de la condición juvenil:
Los “inviables”, es decir, aquellos
jóvenes que carecen de cualquier
tipo de inserción social y que
abundan en México, en Guatemala,
en Nicaragua y El Salvador. Una
juventud precarizada que vive
en contextos con altos niveles
de violencia.
Los “asimilados” a los llamados
mercados flexibles, es decir, los que
han asumido las condiciones del
mercado y que aceptan las lógicas
y mecanismos a su alcance para
incorporarse a las dimensiones
productivas de la sociedad, aunque
ello no represente alternativas
reales para salir de la pobreza
o acceder a adecuados niveles
de bienestar.
Un tercer núcleo, es el de los sectores denominados
“paralegales”. Se trata de
jóvenes que han decidido hacer
una opción por el narcotráfico,
el crimen organizado o la piratería,
como forma de acceso y afirmación
social.
Finalmente, hay un circuito de
jóvenes en zonas de privilegio,
conectados al mundo, con amplio
capital social y cultural.
La violencia que protagonizan los jóvenes,
ya como víctimas o como victimarios,
debe ser calibrada en el contexto
de los proyectos sociopolíticos y los
modelos económicos contemporáneos.
Precariedad estructural, precariedad
del yo, ausencia o debilidad de políticas
sociales y quiebre de las instituciones
son procesos claves para comprender
los lenguajes de la violencia y sus
consecuencias.
jueves, 19 de noviembre de 2009
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